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Cuenta la leyenda que en el cañón de Candameña habita la  temible Sierpe. Se refugia en las pozas mas profundas y oscuras del cañón, allí donde hace remolinos la corriente. Cualquier animal o persona que osa acercarse  demasiado a su guarida es arrastrado hasta el fondo, y no se le vuelve a ver ni vivo ni muerto, pues es devorado por completo. Algunos dicen que la han visto y hay casos de desapariciones atribuidos a la enorme boa, que afirman mide mas de 10 m. El cañón es peligroso. Cuando empieza a hacer calor es un hervidero de serpientes de todas las formas y colores, arañas, alacranes y muchos tipos de animales ponzoñosos. Unos mas y otros menos, los  ocho porteadores  tienen claro que este no es un lugar para quedarse mucho tiempo.

Hoy no les queda otro remedio que quedarse a dormir. Aunque no despreciamos los consejos populares instalamos el campamento al lado de una de estas pozas junto a una fuente aconsejados por D. Santiago, el guía que coordina a los porteadores. Él es el único que baja al cañón solo y lo conoce como la palma  de su mano. Lo respeta pero no lo teme. Con sus mas de sesenta años puede bajar y subir dos veces en un día la empinada senda que el mismo  abrió a punta de machete entre las paredes de la barranquera que baja más directa hasta el Gigante. Por la noche algunos cambian de sitio y mantienen la hoguera para ahuyentar  a los "bichos". Al amanecer preparan un café y  suben los mas de mil metros de desnivel que bajarán  cargados otras  dos veces.
Nos levantamos contentos.  Por fin estamos en algún sitio con nuestro material. Las  dos ultimas semanas las hemos pasado de un lado a otro por motivos burocráticos. Allí nos encontramos con Chris, un fotógrafo de Colorado interesado en reportar  una primera en la sierra Tarahumara,  nos acompañaría en nuestro viaje. Cuando por fin logramos escapar de Chihuahua nos dirigimos a La Sinforosa, cañón al sur de la  sierra en el que nos habían dicho que había una pared más alta que el Gigante. Después de un agitado reconocimiento en una autentica batidora volante de cuatro plazas decidimos  venir ese mismo día hacia Candameña, pues la  pared esperada no tenía el porte ni la verticalidad del Gigante. La Sinforosa, de 1.800 m. de profundidad no ofrece los cortes vertiginosos que tienen los 1.300 m. del cañón de Candameña. Volvimos a la barranca de las cascadas sabiendo que algo escalaríamos, aunque  no  teníamos  claro qué.

Un mundo de roca
 
            Mientras los porteadores terminan de bajar nuestras cosas observamos de cerca las tres paredes más grandes del cañón. La piedra Volada, de unos 800 m., desplomada, domina el paisaje iluminada por el sol. Su orientación sur y un día de mucho sudar nos convencen de que esta no es la mejor pared para esta época. Al día siguiente vamos a observar de cerca La Giganta, de 800 m., a la derecha del Gigante. Entre las dos esta El Gigantito, de 200 m. Como no sabíamos el nombre de estas paredes, en nuestro afán de poner un poco de humor a la vida, les llamábamos así. Después nos enteramos de que ese es su desdichado nombre y nos dio pena habernos reído.  Volvimos a encontrar pegas a la Giganta. Además de que esta mas descompuesta que el Gigante tiene una gran repisa que rompe  la pared. Tendríamos que cambiar el campamento... Quizás podríamos hacer la primera ascensión del Gigantito...
En el fondo queríamos escalar en El Gigante otra vez. Lo teníamos enfrente de nuestra tienda y la línea amarilla que habíamos visto el año pasado  desde Simuchi ejercía una atracción como magnética, aunque nos resistíamos porque  juramos los dos no volver a escalar el Gigante, y sentíamos como si nos hubiera escuchado y ahora nos fuera a   castigar por mentir. Colocamos el telescopio en posición e imaginamos una y mil veces la línea. Tan clara y limpia que seria difícil que encontráramos una alternativa que nos gustara más.

Una de peces
 
El sol se esconde  entre las paredes. La sombra avanza  en el Gigante. El espolón  amarillo, iluminado por el sol, resalta  sobre la pared en sombra. Las nubes altas y alargadas se  dispersan  y el viento se calma.
Los mosquitos revolotean por encima del agua. En realidad están por todas partes. Algún pez salta de vez en cuando a la caza de alguno despistado, pues los gegenes-  como llaman aquí a este parásito- son voraces, insistentes y muy rápidos. Por la tarde, si te dejas algún espacio de piel sin ropa, lo localizan inmediatamente y pican tres veces en un centímetro cuadrado. A pesar de poner empeño en  protegernos de las picaduras,  es  inevitable que nos piquen en las manos y los dedos. Las ranas sé mimetizan a la perfección con la roca. También salen a comer  y cantarán durante toda la tarde   hasta casi el amanecer.
            D. Octavio saca del bolsillo de su camisa un hilo de pescar y un anzuelo. Coge una rama y ata el hilo a su extremo. Después se va cerca de la fuente y encuentra varias lombrices que coloca en el anzuelo. Con paciencia tira el cebo hasta el fondo una y otra vez. - Oiga, D. Octavio, y no es peligroso pescar aquí, ya sabe, por lo de la Sierpe...
- No hay problema- Contesta sonriente- Si estuviera la Sierpe no habría ni un pez.
Después de poco mas de media hora ha pescado   cinco que muestra satisfecho ante nuestras incrédulas miradas.  Los asa en la hoguera y  reparte su cena. Tiene mas de setenta años y una sonrisa tan sincera y  contagiosa que me hace   pensar en lo subjetivo de  la felicidad y la tristeza, en el mundo material que nos rodea y que nosotros traemos al cañón. También  pienso que no tengo que pensar tanto y que, simplemente, debo  escuchar al corazón.

 

El paso del águila
 
            Cuando hay sombra en la ladera porteamos parte  del material hasta la base, hasta donde trazamos una senda  que poco a poco se irá definiendo con nuestras subidas y bajadas.  Machete en mano y mochila en la espalda nos sentimos  exploradores en tierra de nadie. Nos embarcamos en varios puntos. Es difícil pasar por el mismo sitio dos veces y acabamos abandonando el machete para poder agarrarnos a las matas y   no bajar  demasiado rápido antes de llegar a la base
 Abrí el primer largo e instale la reunión debajo de una gran laja de las que prefieres no mirar por sí acaso. Carlos siguió  con el segundo evitando la laja por la izquierda. El largo continua en travesía  a la derecha siguiendo un sistema de fisuras paralelas de roca excelente: El paso del águila. Teníamos que hacer unos 60 metros de travesía para  coger la línea que habíamos observado. Jumarear el segundo largo es pesado y peligroso, y el tercero iba a ser  travesía y tenia peor aspecto, por lo que decidimos  fijar solo los dos primeros. Nos sentimos satisfechos por que ya estabamos a 250 m del suelo en solo dos largos, con ambiente desde el principio.
Largos días en el cañón
 
Unos soldados nos visitan. Los dos mandos se acercan con precaución mientras otros 7 esperan al otro lado del río. Nos preguntan, aunque saben que la gente que tiene plantaciones de marihuana por aquí no utiliza tiendas. Se muestran interesados por nuestra actividad y se toman un café, relajados, con las ametralladoras encima de sus piernas. Nos aconsejan que no nos acerquemos a su campamento que esta a una hora del nuestro, para evitar confusiones y amablemente se despiden. Agradecemos cualquier visita con tal de ver una cara diferente
Desde el campamento vemos las cuerdas que hemos fijado y los petates colgando, protegidos por el desplome de las rocas que caen de arriba, con un mundo de bloques y techos sobre ellos.  Sentados  sobre un gran bloque del río  imaginamos como pasarlos mientras Chris fija sus cuerdas desde la cima y tira televisores que estallan en la rampa     herbosa que marca el comienzo de la arista amarilla. Hasta que el no haya terminado no podemos meternos en la pared.  Las idas de descanso en el cañón  se hacen  eternos.    Intentamos pescar durante horas en diferentes pozas con los anzuelos que nos dejaron  con hilo incluido. Buscamos lombrices, y, con la paciencia que te  forja la vida en la sierra, tiramos una y otra vez el anzuelo. Vemos los peces pasar y mirarlo como de reojo. La lombriz se pudre en el anzuelo y no  pica ni uno. Las horas parecen no pasar en el cañón. Lo único que rompe la monotonía son los desprendimientos que se escuchan de vez en cuando o el espectáculo  de un bloque cayendo de la cima de Gigante. Chris fija unos 300 m de pared e instala su vivac a tres largos de la salida.
 
 
1 de Mayo. Comienza la fiesta
 
-¡No te asustes, voy a tirar esto!- Me grita Carlos. "Esto" es la laja de dos por tres que  levita sobre la primera reunión. Desde la  segunda reunión observo como cae vertiginosamente dando vueltas hasta que estalla sobre los pies del Gigante: Es el cohete de comienzo de fiesta.
  Me toca abrir el largo con peor aspecto de la pared. Por encima de la reunión los bloques salen como grandes cuchillos apiñados  bajo los techos. Descansan sobre las pequeñas repisas. Hay muchos del tamaño de un niño.  A la derecha o a la izquierda, por todas partes hay bloques sueltos. Realmente la reunión es la única zona sólida de los alrededores.  Sigo en travesía a la derecha el camino que parece más fácil, aunque No el mas limpio. Paso por detrás de un enorme bloque con una arista afilada. Me muevo con cuidado, como quien pasa por un campo de minas, intentando no cargar demasiado peso en un punto, sin prisas pero sin pausa.  Escalo en libre  lo que puedo. Coloco un friend entre dos niños unidos solo por la nariz y los pies. Miro a través de la grieta  y hago un pequeño péndulo. Avanzo un poco mas en libre y comienzan los gancheos y el desplome. La roca  esta podrida.  Una caída aquí seria catastrófica.  Sobre un gancho escucho  donde poner la reunión.    Me pongo nerviosa. Con ansia de terminar de poner el primer seguro martillo demasiado fuerte y doblo el parabolt de 6 mm.  Monto la reunión y subo los petates  uno a uno. No tocan la roca y aun así tengo que poner todo mi esfuerzo   para moverlos. Llevamos comida y agua para 12 dias en la pared.
Carlos abre el largo 4, desplomado  y con muchos gancheos, para el que emplea casi todo el día. Llegando a la reunión hay varios pasos expuestos sobre una repisa Montamos el vivac  a unos treinta metros del techo. Al día siguiente lo pasamos y eso nos pone contentos, pues sabemos que la roca es mucho mejor por encima.
 
4 de Mayo. 10 de la noche. Rancho S. Lorenzo.
 
 Esta mañana nos bajamos de la reunión 4. Ayer fui feliz en el  largo 5 hasta que, poniendo el primer seguro de la reunión se estropeo el taladro. Serían las dos de la tarde. Baje a la reunión y, tras  adaptar el destornillador de la navaja a martillazos,  Carlos desmonta el taladro, como única alternativa, ya que no llevamos muchas brocas de 6 ni parabolts de 10, y las finas no aguantan ni dos agujeros hechos a mano.  Cuando se hizo de noche  asumimos con tristeza   que teníamos que descender los cuatro largos en travesía hacia el collado. De madrugada recuperamos la cuerda del quinto largo y dejamos fijos los cuatro primeros. Bajamos solo lo imprescindible: El taladro, la batería un poco de comida y agua para el camino. Al llegar al río me quito las zapatillas y lavo las ampollas que me han salido bajando del collado. La goma cocida No es muy apropiada para andar. Para evitar la subida y bajada de los bloques del río que ya sufrimos el año pasado tomamos una senda que nos recomendó D. Santiago durante la aproximación, que "faldea" hasta unas granjas que hay antes de llegar a la cascada de Basaseachic, por donde se sube hasta el Rancho.  La senda, entrecortada por caminos que hacen las vacas en verano en busca del fresco, la perdíamos constantemente, e incluso nos embarcamos donde muchas de ellas y tuvimos que volver a bajar. Sin agua ni comida, pensábamos en la posibilidad de pasar una mala noche. Subimos y bajamos varias veces como si la falda tuviese volantes y las ampollas en los pies eran una pequeña tortura que me tocaba por empeñarme en seguir el faldeo de D. Santiago, que ahora tengo claro que No  encontramos ni el principio. A las 9 de la noche, casi a oscuras, subíamos agonizantes los últimos metros hasta el mirador de la cascada. Mañana, tras avisar a Chris del cambio de planes, nos dirigimos a Chihuahua, a 4 horas, el lugar más cercano donde pueden arreglar el taladro.
 
 El maíz naciente
 
 Bajamos de nuevo al cañón, motivados porque estabamos muy cerca del techo, el cual nos tapa la vista del espolón que acaba en el hombro izquierdo del Gigante, y Sabemos que lo pasaremos en el sexto largo. Dormimos en la reunión 4 y fijo el quinto, que estaba equipado. Por la noche sentimos como cae tierra sobre nuestras fundas de vivac. Esto nos inquieta, pues pensamos que si cae tierra también pueden caer piedras, y aunque las que bajan  de la cumbre pasan a varios metros de la pared, nos hace pensar en el desprendimiento  espontaneo de alguno de los bloques empotrados del techo que tenemos encima. Cuando nos hemos montado una buena  película, encendemos los frontales e intentamos iluminar el techo.  En todo caso no vamos a mover el vivac.   Después de unas horas de sueño inquieto me despierta el ruido de un ratón mordisqueando el vaso de pasta que he dejado dentro del casco. Empieza a caer tierra otra vez. Saco el frontal y alumbro la roca. El simpático ratoncito corre por la pared lisa a sus anchas, y quiere robarnos la comida. Sonreímos, somnolientos. Por hoy  dejaremos que nos arrulle con su roer.
 
Carlos pasa  el techo de la guacamaya. Grita  emocionado cuando llega a la punta. Desde allí  ve los pies del Gigante  y el espolón, donde la pared torna  amarilla hasta casi la cima.   La roca que tiene el color del maíz es la mejor del Gigante. Hay una línea  que nace encima del techo: El maíz naciente, Yawira Batú en Tarahumara.
En el séptimo largo me siento la chica de la pradera haciendo plantotraccion, lastima que no hubiera flores para ponerme en el pelo. Carlos  abre el octavo y en el noveno alcanzamos el nivel de  las cuerdas de Chris, que cuelgan separadas de la pared varios metros a la derecha. Esta vez cambio de oficio y me vuelvo jardinera.  Utilizando el martillo como jadico, limpio la fisura de tierra,  que se  va acumulando en mi ropa.  El viento hace que me entre en los ojos. Me lloran y no veo nada. Entonces le pido a Carlos las gafas de bucear, casualmente amarillas, adquiridas para este menester. Sigo sin ver mucho pero las risas sobre las gafas de no ver hacen más agradable el trabajo sucio. Por suerte así solo encontramos un largo. Los dias pasan. Abrimos dos largos diarios. Unos metros antes de llegar a la reunión trece, Carlos se cae. Estamos cansados.  Montamos la hamaca y decidimos pasar una tarde de relax.
Invitamos a Chris a que baje y coma una pasta con nosotros. Sacamos todo  de los petates y lo colgamos en la hamaca para no tener que movernos mucho, nos descalzamos y quitamos las perneras del arnés. La reunión se compone de dos parabolts de 6 mm. y un Camalot del 3, siguiendo la tónica de las cinco ultimas reuniones. ¿ Y por que de 6 mm. solo ?- Pregunta Chris- No sabemos qué nos espera arriba y los agujeros de 10 mm. gastan mucha batería en esta roca, que es mas dura que el granito en algunas zonas. La reunión esta bien montada y los parabolts son nuevos. Por eso no hay problema, pero el cable del que cuelga la hamaca  es un poco fino. En realidad es un ahorcador para progresión en artificial, que por ciertas circunstancias esta sosteniendo un vivac con tres personas encima.  Hace mas de una hora que lo soporta, así que No tiene por que romperse, pensamos y nos olvidamos del tema. Chris se prepara para Jumarear por sus cuerdas, se impulsa y  de repente  todo esta revuelto unos metros mas abajo y  nuestros corazones van a doscientas revoluciones. Carlos sube enseguida a reforzar la reunión con otro friend mientras  me pongo  las perneras. El ahorcador se  rompió. Tuvimos que descolgar todo de la hamaca para poder subirla.  Solo se cayó el botiquín  y las fotos de los primeros largos que iban en la misma bolsa. Volaron 700 m (Aunque fueron rescatadas del cañón por D. Santiago cuando salimos de la pared).  Tumbada mirando las estrellas recordé la accidentada apertura de Simuchi. Esta vez el Gigante estaba siendo más benevolente. Los incidentes sin consecuencias  son buenos, hacen ser prudente y mantienen en forma el corazón y los reflejos. Escucho al ratoncito que ha conseguido caernos gordo, con el que ahora  luchamos, una guerrilla por la supervivencia.   
Por la mañana nos sorprendió un desprendimiento que duró cerca de un minuto. Ocurrió  por la zona de la Giganta, y era él más grande que habíamos escuchado. Al silencio le acompaña la inquietud de la calma. El largo 14 pasa  un techo fisurado que sube en diagonal a la izquierda. La fisura parece  compacta. Coloco un clavo plano. Cuando ha entrado apenas la mitad, estoy en el aire con un bloque en mis manos. Se queda sobre la cuerda que une la reunión, presionado por mis piernas y Carlos   sobresaltado se levanta para ayudarme a tirarlo. Me tiembla el cuerpo. Creo que tengo sobredosis de adrenalina.  Hasta ahora no había pasado nada y en menos de 12 h. en la misma reunión trece tenemos dos incidentes. Aunque no seamos supersticiosos los hechos dicen todo y el caso es que ahora lo único que queremos es salir lo antes posible de esta reunión y terminar la pared tranquilos. Algo nerviosa  sigo con lo que estaba hasta llegar a la reunión 14 al lado de una cueva.   Carlos me releva y abre el  muro más bonito de la vía. Llega la noche, y sigue otro día... Nos despedimos de Chris en el largo 16. Sus cuerdas van por una fea canal  con mucha vegetación. Nosotros iremos a la derecha por una fisura desplomada que observamos desde el cañón. Aunque en apariencia es offwith, es una grieta en flare en la que se avanza con piezas pequeñas metidas en el fondo.  De vez en cuando hay un niño empotrado que  evito utilizando los ganchos. El ultimo vivac es espectacular. Se ve toda la pared. La luna esta  llena  y solo nos separan 50 m de la salida.
Carlos abre él ultimo largo, que a pesar de tener una apariencia sencilla le reserva un rato emocionante. A mediodía  estamos fuera. Disfrutamos de la vista  y sacamos las cosas en veces, pues los últimos metros están tan vestidos que no permiten petatear. Buscamos un sitio plano resguardado para dormir y acabamos durmiendo en   la cima.  Nos despertamos con la luz de la aurora  y contemplamos un amanecer neblinoso de tonos rosas, sobre un cañón de Candameña que parece salido del pincel surrealista de  un ilustrador de cuentos fantásticos, como un premio que nos da la natura al esfuerzo  absurdo. Y  de repente ya solo me parece absurdo intentar explicar  lo que solo se puede sentir, lo que solo un par de palabras sin aparente sentido, pueden describir: Yawira Batú.               

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